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sábado, 12 de enero de 2013

¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?...¿POR QUÉ?

Los mensajes importan: son relevantes porque nos ayudan a construir el conocimiento.

Los niños nacen a la palabra desde las imágenes asociadas al sonido: madre, padre sonrientes mientras le dicen "te quiero preciosa, precioso...". El tacto y el gusto completan la forma de tomar contacto con su entorno. Luego, ya de adultos, seguimos lo mismo. El impacto que tiene la palabra como símbolo gráfico se aprecia en los graffitis.


Quienes se ocupan y preocupan de la educación, valoran (valoramos) la palabra como una herramienta que no conoce el paso del tiempo, y que sirve a cualquier cultura.

El asunto a tratar aquí, hoy, es: ¿cómo construimos los mensajes?; ¿hasta qué punto sabemos cómo van otros a interpretar lo que decimos?

Una primera opción para lograr el objetivo de educar tiene como referente a la humildad.
Cualquier mensaje que construyamos sin dar paso a la humildad, se puede ver afectado por ideas dogmáticas totalitarias y, así, la palabra deriva hacia tierras movedizas.


El humor es la palabra que entra sola. Cuando el pequeño comienza a contar chistes se da cuenta de que podría seguir en ello. Detrás de uno va otro. Aquellos que se dedican a contarnos la vida en humor, lo saben.

Sin embargo, pensar, lo que se dice pensar..., implica cuestionarse las palabras, las imágenes,... Los pequeños lo hacen: ¿POR QUÉ? A caso de adultos, ¿lo olvidamos? o, tal vez,
¿estamos interesados en desconectar, y nos dedicamos a colectivizar?
Inserto es vídeo por su relación con el tema de la comunicación: de la palabra hablada.



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