El lenguaje es el fundamento de la comunicación: ya sea oral, por signos, imágenes o sonidos los humanos nos valemos de este sistema de representación que nos hemos dado para relacionarnos.
Desde el temor a la dicha, mediante el lenguaje podemos expresar nuestras emociones y sentimientos más íntimos.
Ahora bien, nadie ha dicho que esto de expresar la ira, el rencor o la alegría y la dulzura lo sepamos realizar adecuadamente hacia nosotros mismo y con los demás.
Niños y adultos tenemos algo en común: el temor a vernos desplazados. Esa idea de pérdida que vamos sintiendo desde que decidimos 'dejar' el chupete, como un primer ejemplo de cambio, es la constante en la vida. Y de cómo nos vayan conduciendo las palabras que nos llegan en esos momentos cruciales de pérdida, si nos ayudan a valorar nuestras decisiones de cambio tendremos en retrospectiva una 'imagen' que nos empuja a crecer, a no temer al cambio porque somos capaces de ver en amplitud.
Allí donde voy, siempre que tengo ocasión, intento transmitir un mensaje que acuñé para realizar un trabajo de investigación: "Para educar, la escuela no basta y la familia sola no puede". Becado por la Fundación Santa María (2002), el trabajo versa sobre la educación en nuestro país.
Los lectores que me sigan sabrán que, las conclusiones y el desarrollo de actividades para la tutorías familia-escuela, tienen ahí un referente para iniciar un liderazgo en valores: La conversación en la escuela: claves para padres y tutores (2006, Brief).
Dejo un vídeo que subí al blog 'loseducadorescompetentes' donde puede verse que enseñar valores es también una cuestión de lenguaje. Del lenguaje positivo que hemos de procurar poner en marcha entre todos porque educar educamos todos: el juez, el carnicero, el periodista, el bloguero,...desde cualquier medio de comunicación al uso.
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