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jueves, 23 de agosto de 2012

¡QUÉ NO TE ARRINCONEN!


Cuando optas por llamar a las cosas por su nombre, te llegan a tratar de insociable. Por aquello que Forges incluye en un artículo que hoy se pasea por email: "País de mediocres". Efectivamente, realiza él una magnífica descripción del porqué de la situación en que vivimos. Resalto aquí dos párrafos del artículo:

Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada ―cuando no robada impunemente― y la independencia sancionada.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.

Así es. La gente se mueve entre amistades fingidas que, a la primera de cambio, empañan “sin querer” el buen nombre de alguna persona con la que comparten actividad porque desean arrinconarla para lucirse; hasta tal punto es así que llegan a creerse que todo lo que hacen es correcto.

Ahora bien, ¿somos capaces de percibir a la persona que quiera arrinconarnos? Un primer paso a tener en cuenta es si somos capaces de reconocer a las personas que fingen la amistad. ¿Cómo detectarlas?

Como docente, una de las ocupaciones es la de procurar una comunicación positiva. Y para ello es preciso aprender a realizar críticas constructivas. Hace más de veinte años acudí a un curso de comunicación y una de las enseñanzas impartidas era precisamente la realización de críticas constructivas, por otro lado, básicas en cualquier proceso de comunicación en el que la persona participe.

Tomo aquí como ejemplo un mensaje en contestación a una comunicación en la que se ponía el dedo en la llaga de un comportamiento reprochable. La persona contestaba con una evasiva típica de “pasar la pelota”:

Siento que estés tan mal porque si no fuera así no verías las cosas de ese modo.

Cuando leí el mensaje en clase, pregunté si aquella persona respondía al propio sentimiento, o lo hacia al sentimiento de su interlocutor. Para ellos estaba claro: daba respuesta al sentimiento del otro. Entonces, les dije, eso es porque no quiere escuchar, no le interesa saber (reconocer) sus fallos. Y me dispuse a razonar los motivos de esa aseveración con dos sencillas claves que me enseñaron en su día para dar respuesta al sentimiento:

1.           Cuando quieras responder con un mensaje al sentimiento, no puedes olvidar que nadie conoce cómo se siente la otra persona. De modo que tu respuesta ha de referirse a cómo te sientes tú ante la misiva recibida.

No en vano, la realidad del recuerdo es siempre subjetiva, pero la contestación de una persona empática y asertiva pasa por dar respuesta al sentimiento que alberga ella misma.

RECUERDE: si quiere que su mensaje sea positivo, la contestación ha de ir encaminada a mostrar cómo se siente usted mismo.
En el mensaje que nos ocupa, una contestación positiva ―la que crea y mantiene vínculos― vendría a decir:
Me preocupa el no haberte explicado mi actuación (explico cómo me siento yo ‘preocupada’); dices que en un momento dado actué de una forma y ahora, por tu mensaje, intuyo que me percibes incoherente (doy sentido a su mensaje ‘me ves incoherente’). Lo siento (reconozco que no he sabido comunicarme con la otra persona). Cuando te venga bien lo hablamos en persona (dejo la puerta abierta a una comunicación personal completa).
2.           Utilizar el calificativo de ‘bien’ y ‘mal’ para expresar un estado de ánimo, viene a significar un rebusque: es como un intento de no indagar en lo que se siente, la forma de no nombrar el sentimiento que, en realidad, se alberga.
 
 
Quizá esta segunda clave nos lleve a comprender la razón por la que no podemos expresar cómo se siente otra persona. Encontrar un calificativo a un estado de ánimo es una tarea ardua y personal.

RECUERDE: encuentre el calificativo que defina su estado de ánimo en un determinado momento; es el principio para salir del atolladero emocional en el que pueda hallarse. ¡Ah! Y no se meta en líos de calificar el estado de ánimo de nadie.
 
La comunicación positiva pasa por expresar cómo se siente uno y no caer en la tentación de 'pensar' por los demás.
 

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