Lazos de Alma

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sábado, 7 de enero de 2012

LA APROPIACIÓN INDEBIDA

En su día (2002) escribí sobre el asunto de la apropiación indebida, tan al uso y vigente hoy como anteayer. En el escrito intervienen dos personajes, Arturo y Dolores, que comparten sus ideas a través del correo sin sello.

Hoy, seguimos haciendo la vista gorda y falseando nuestra conciencia al tomar decisiones que nos implican en este tema que, por otro lado, hunde sus raíces en la carencia de una creatividad propia y la necesidad de un ego lucidor, trepador y banal.

No se libran las propias editoriales cuando permiten que otros autores copien los métodos, las técnicas metodológicas que han sido creadas por otros autores y que por lo tanto tienen propiedad intelectual.


EL PARTO DE LA BURRA
El correo sin sello: El orden de don Arturo
© Mª Ángeles Rodríguez Castaño

Don Arturo fue uno de esos profesionales raros. Muy raro. Solía atenderte siempre que lo necesitabas. Y lo que llamaba vivamente mi atención era que «impregnaba sus indicaciones de sentido común»―ése al que nos tienen poco acostumbrados últimamente.
El orden era su compañero. A él nunca le agobió. Y pensaba que la organización no puede angustiar a nadie. Eso creía.
La realidad está lejos de su ideal. Más bien, una persona organizada llega a producir en su entorno el ‘estrés del lepidóptero’ ―insecto chupador donde los haya―. Se trata de una versión de conducta nombrada ‘sana’ envidia (¡cómo si la envidia tuviera grados!). Para entendernos: «hablamos del estrés producido por alcanzar a otro para copiarle de forma indebida su creatividad e innovación».
Sí. Don Arturo era envidiado por aquellos sedientos de un triunfo trepador y banal. Como vanos son los pensamientos de aquellos que, en aras de su ‘sana’ envidia, van dejando un rastro amoral con sus comportamientos de apropiación indebida.
Cuando le conocí, no sospeché lo mucho que me iba aportar. Profesionalmente, nos unía el estudio de las relaciones personales. Fue un pionero en la aplicación de las herramientas de comunicación en la gestión empresarial.
Por circunstancias de la vida, me dedico a realizar su sueño que no era otro que «hacer de la comunicación un motivo de estudio generalizado». Y ahora, metida en el estudio de la comunicación en la pareja, ante el batiburrillo de sentimientos que aturullan mi mente, recuerdo mi conversación con Arturo, una mañana de enero vía e-mail.
—¿Cuál es el diccionario donde se definen los asuntos del alma?―escribí―. Porque convendrás que tales asuntos influyen en la llamada profesionalidad buscada como aguja en un pajar, también en la pareja.
Su comentario no se hizo esperar, y fue directo al grano.
—Si quieres que tu estudio sea de utilidad, tienes que encontrar un lenguaje apropiado. Sabes que la comunicación tiene como finalidad transmitir los datos expresados en la jerga de origen ―ya sea ésta científica, emocional, técnica, literaria, popular, jurídica, económica…―, de forma que cualquier profano en la materia pueda comprender el mensaje. Se trata de convertir una información en datos ordenados de forma coherente a un entorno dado. Así, esta magnífica competencia social, se convierte en arte del entendimiento. Son tantos los lenguajes que en el proceso de comunicación pueden darse, y siendo inevitables a la vez que saludables la variedad de lenguas la comunicación puede salvar esta contingencia, pero, sin ella, la confusión se da irremisiblemente.
Mi gratitud a esta reflexión, nunca será suficiente. Y su ofrecimiento de apoyo para ampliar los contenidos del texto, lo consideré llovido del cielo.

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