Lazos de Alma

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miércoles, 18 de julio de 2012

NO TE CIEGUE LA PASIÓN PROPIA...

No te ciegue la pasión propia en causa ajena.

Me recordaba mi hermana esta frase del Quijote que gustaba decir a nuestro querido padre: un quijote, en versión siglo XX.
Me gusta leer a quienes razonan el alma como lo hace Cervantes en el Quijote. Concretamente, esta frase se puede leer en el Capítulo XLII (Segunda parte, 1615). De los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien consideradas.
¡Cuánto se aprende, si uno se comprende! Es uno de los mensajes que Cervantes pone en boca del Quijote en este capítulo.


(...)has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse(...).
El tiempo emocional, el pensamiento, las emociones, la razón, la sinrazón..., tienen en el Quijote una versión original. Uno puede verse ahí. Porque de eso va el tema. De encontrarse a sí mismo. Se trata de hallarse uno en medio del infinito de su nada existencial.

Concluye don Quijote sus consejos ahí, con una reflexión:

Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir para adorno del cuerpo.
El cuerpo que cuidamos con esmero porque lo miramos y creemos ver, es una envoltura que ególatra atrapa al espíritu del ser que somos como parte del infinito incomprensible desde semejante envoltura parlante.

En uno de mis poemas -que vienen en la novela 'Escalerita al cielo' (Círculo Rojo, 2012)- explicito ese sentimiento tan ligado a la soberbia: el ego que ciega el paso a la ternura del creador.

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¡NO MATÉIS A LA TERNURA!
De paz se vistió un día/ que nadie humano vio.
Tonta de mí/ quise encontrar su reflejo/ mas/ seca y alicaída/ aburrida y aprisionada/ se presentó.
Tímidamente asomaba/ dentro de aquella cáscara/ conocido envoltorio parlante/ que ególatra la amarraba y amagaba/ hasta despreciarla de forma engolada.
Pensaba/ que podía poseerla cuanto quisiera/ mas ella/ en aras de su libertad/ le dejó plantado/ en un mundo avejentado/ por el odio y la injusticia.
¿Acaso pensabas que/ candorosa de mí/ puedes mudar mi conciencia?
Dijo la ternura/ a su envoltorio parlante.
¡Ni lo sueñes!/…/
De las alturas vengo/ y a las alturas me vuelvo/ sin ti.

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Lo mundano desprecia la belleza y se infiltra en la oscuridad porque no quiere mirarse y verse.

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