Lazos de Alma

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martes, 31 de julio de 2012

EL GENIO GENIUDO

El genio de los pequeños, su temperamento, la forma que tienen de reaccionar ante una negativa a sus deseos inmediatos es piedra de toque en la educación.
En el transporte y establecimientos públicos se tiene ocasión de comprender cómo se está educando a un menor en aquello de controlar sus deseos inmediatos. «Llora y grita todo lo que quieras, qué no te saldrás con la tuya.»
Esa forma de ‘dilatar’ la respuesta a un requerimiento del niño (y en mayor medida cuando el pequeño está incordiando al personal ajeno al asunto familiar) parece ser que está de moda por aquello de no entrar al ‘trapo’ y actuar.
La inacción ha sido la tónica general de los últimos tiempos: no se toman decisiones por si se pierden votos o público o imagen o, lo más importante, se deja de ganar dinero.
Entre mis recuerdos gallegos cercanos, y el genio, está el del Premio Planeta de novela, 1994, concedido al Nobel, Camilo José Cela. Parece ser que, según denunció en su día Miguel Delibes también a él le habían ofrecido ese Premio para aquel año. Y digo lo de también porque Cela no fue el auténtico autor de la novela premiada. Le puso su firma y le dejó su impronta. Sí. Pero la trama era de una maestra coruñesa que pleiteó por su autoría (y ganó), pues, ese año ella había optado al Premio con su obra (registrada, desde luego), y la habían rechazado. Su sorpresa fue mayúscula al comprar la novela premiada (de Cela) y comprobar que era su historia. Cela no lo sabía porque a él le habían dado el escrito como de un ‘negro’ (autor ‘fantasma’ que escribe para otros afamados que venden cantidad de ejemplares). En su día, Cela fundó la editorial Alfaguara, en donde editó la mayor parte de su obra. Si se lee su biografía se puede comprobar una trayectoria de inconstancia consciente.
De tener genio a ser un genio, el trecho es descomunal. De que ten encumbren a encumbrarte, también. Apropiarte de lo ajeno sin tan siquiera agradecer su aportación, es signo de debilidad de no creer en tí mismo.

Una primera aportación al genio infantil es la de ayudarle a que crea en sus posibilidades de cambio. Que practique aquello de ser constante en sus actos y flexible en su juicio. Desde luego, no se enseña a ello 'dilatando' la respuesta.

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