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lunes, 21 de noviembre de 2011

PREGUNTAS ABIERTAS

¿Qué está pasando en estos momentos en nuestras universidades? ¿Cuáles son las carencias significativas del alumnado universitario? ¿Cómo iniciar el proceso de mejora en la escuela?: son algunas de las preguntas abiertas que voy a tratar de responder brevemente.

Llevamos tiempo ocupándonos en la lectura e intentando incidir en la comprensión lectora de los pequeños. Ahora ha llegado el momento de retomar la importancia de la escritura como acicate en el proceso cognitivo, como respuesta a una de las carencias manifiestas en el alumnado universitario de hoy.

Así lo pone de manifiesto los resultados del estudio realizado en la Universidad de Deusto sobre la Influencia de factores socio-cognitivos en la calidad de la escritura en los estudiantes universitarios ―MANUELA ÁLVAREZ ÁLVAREZ, M. LOURDES VILLARDÓN GALLEGO Y CONCEPCIÓN YÁNIZ ÁLVAREZ DE EULATE. (Educatio Siglo XXI, Vol. 28 nº 2 · 2010, pp. 181-204). Los autores explican que,
«Los resultados obtenidos en la valoración de la calidad de los textos argumentativos por los estudiantes indican que la calidad de escritura no alcanza el aprobado». El nivel de escritura universitaria es ‘insuficiente’.

Estamos ante una carencia que se viene arrastrando de los estudios anteriores, y que requiere nuestra atención como educadores. Y para ponernos manos a la obra conviene recordar que, la calidad de los escritos académicos está relacionada con determinados factores de carácter socio-cognitivo, y que cuentan también las actitudes frente a la escritura y el estilo de aprendizaje desarrollado.

La escritura es una competencia instrumental transversal necesaria en todas las profesiones que nos va a permitir observar el dominio del discurso argumentativo; esto es: mantener la propia argumentación sobre un tema en discusión utilizando los recursos argumentativos posibles para defenderla de manera rigurosa y consciente.

No cabe duda de que se responde con mayor concreción y claridad a preguntas contextualizadas que a las formuladas de manera general. Se sabe también que mantener un nivel alto en los cuatro estilos de aprendizaje (activo, reflexivo, teórico y pragmático) favorece la calidad de las producciones escritas.

Cabe preguntarse: ¿Qué tipo de pruebas pasamos a los alumnos?, ¿cómo valoramos su estilo de aprendizaje?, ¿contamos en el Claustro de profesores con un sistema de evaluación común normalizado, de manera que las competencias a desarrollar se evalúen objetivamente desde los diferentes Departamentos?, ¿cuáles son los ítems sobre las actitudes y aptitudes de nuestros alumnos que nos permiten ser objetivos en nuestras calificaciones?

Y lo que quizá sería más relevante: ¿Estamos dispuestos a aprender a evaluar por competencias?, ¿somos conscientes de la importancia que tiene el propio desarrollo emocional para una docencia de calidad?, ¿nos damos cuenta de la importancia que tiene el trabajo docente en equipo?

Puede que el actual sistema educativo no sea el mejor, pero seguro que algo podemos hacer para lograr que los alumnos se involucren en su propia formación. Se me ocurre, por ejemplo, utilizar el portafolio como herramienta de evaluación propuesta desde la Administración. En sí mismo, resulta ser una estrategia que incide en la responsabilidad personal a la vez que precisa del ejercicio de la negociación.

Nadie ha dicho que evaluar sea fácil. “Lograr que los alumnos se impliquen en nuevas experiencias con entusiasmo, y se sientan capaces de crecerse ante los desafíos; procurar que los datos se analicen desde diversos ángulos, y se aprenda a ser minucioso en el análisis antes de tomar una decisión; ayudar a integrar y enfocar los problemas con estructuras lógicas; valorar cómo se descubren rápidamente los aspectos positivos de las ideas nuevas y se aplican con rapidez”: es una propuesta para iniciar la mejora de la evaluación en la escuela.

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