Lazos de Alma

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domingo, 2 de diciembre de 2012

ADVIENTO

En el primer domingo de Adviento, de ese tiempo de preparación que nos resta para encarar un nuevo año con energía y determinación, desde el infortunio, la adversidad, las preocupaciones,...los recuerdos imborrables: 
derechos y deberes se amontonan en este mes de diciembre, y las buenas intenciones de paz y amor se calcan en mensajes a modo de intenciones fraternales que no terminan de arraigar en la mente cargada de un Yo ególatra que nos tiene atenazados, aferrados al gasto y a la queja.
Y es que "mientras recibo todo va bien y lo que hagan los demás me resulta indiferente". Pero "cuando no me dan lo esperado me desespero, y reconsidero mi anterior posición de indiferencia que envuelvo en masa quejosa"; así no soy Yo, somos multitud.

Desde niña, soy amiga de la crítica; de criticar aquello en lo que brilla la incoherencia; y lo he practicado en cualquier lugar y ante cualquier persona: la familia, los amigos, los allegados, los jefes, los compañeros de trabajo...saben bien lo que he ganado por abanderar la honestidad: libertad, tan solo me ata el amor.

En ningún momento siento que nado contracorriente: sé que se quieren grandes cosas, que todo se centra en el logro; pero mi fuerza enraiza en el amor, y que yo sepa, nadie ha dicho en ningún momento que la vida sea otra cosa que la de realizar con amor el quehacer diario; aunque la realidad nos presenta una imagen bien distinta una forma de actuar que va contracorriente del amor.

Claro está que el amor es grande cosa; de ahí la dificultad en seguir su ruta:
la del amor que sabe de flaquezas y de su fuerza para acometerlas;
la del amor de espera activa, que hace realidad la mejora del otro con su apoyo desde el vínculo afectivo y la firmeza en unos límites claros y razonados;
la del amor que templa el infortunio con la grandeza de una esperanza compartida que reconocen en su ser la semilla creadora;
 ...
Estamos faltos de amor; y se nota su carencia. Aquellos que quieran mantener vivos el amor, la esperanza y la fe capaces de liderar un cambio a mejor, habrán de convertirse en abanderados silenciosos que practican lo que piensan y dicen. De eso que carecen los sistemas políticos y (casi) cualquier organización humana desde su creación.

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