¿De qué educación hablamos?
Cuando nos referimos a que buscamos y pretendemos una educación de calidad, particularmente, me decanto por aquellos que mantienen el listón alto.
Luego vienen los que se quejan y argumentan que únicamente los que tienen un determinado poder adquisitivo tienen acceso a universidades de prestigio.
Una postura que se acerca a la realidad nos dice que es del talento desperdiciado de lo que da cuenta las sociedades abiertas al conocimiento.
En el caso de nuestro país, el talento no está desperdiciado porque en realidad no se ha desarrollado en los últimos años. Hemos asistido a un derroche de títulos de escaso valor, salvado excepciones.
Reconozco que no se puede argumentar sin expresar el porqué de la afirmación. Pero no es complicado observar lo que sucede con el talento trabajado. Entre algunas de las características están la del ingenio, la creatividad, la flexibilidad, etc., que son capaces de motivar la acción hacia donde corresponda.
Ejemplos cercanos de ello los tenemos todos; otra cosa es que los veamos. Ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
La gente va y viene. Los talentosos no se enrocan. No se sitúan tras una pancarta. Actúan desde el prestigio que da el talento de saber hacer.
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