Lazos de Alma

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sábado, 24 de diciembre de 2011

NECESIDAD DEL ELOGIO

Necesidad del elogio: terapia del lenguaje nutritivo
¿Qué está pasando en el seno familiar? ¿Por qué se enfatiza poco en las cualidades de sus miembros? ¿Cuál es la razón de tantas críticas entre ellos? ¿Dónde se esconde el cariño familiar?
Circula en la red una información sobre cómo, de manera general, los miembros de las familias están cada vez más distantes, las personas se muestran más intolerantes, y se desgastan dando valor a los defectos de los otros. Se detecta una carencia del ‘elogio’: en la pareja, entre padres e hijos, de jefes a subordinados,…con los amigos. A cambio, estamos magnificando una conducta superficial: el culto a la belleza, 'uniformada' en los medios de comunicación, que prima el objetivo de enriquecimiento fácil sin esfuerzo, sin más mérito que el que aporta la desfachatez.
En el año 2009, escribí un artículo 'Relaciones nutritivas' para la revista 'Babia' y hablaba ahí de la necesidad de aprender a compartir nuestro estado de ánimo en el hogar, con los nuestros; para ello, necesitaremos una ‘pizca’ de esfuerzo y unos cuantos ‘cucharones’ de interés.
Una forma de razonar cómo lograr unas relaciones nutritivas, parte de una premisa: ser capaces de comunicar las preocupaciones y expectativas de cada día. Potenciar la empatía entre los miembros de la familia permite salir de casa con la seguridad de que alguien piensa en ti, esto supone un refuerzo emocional que da un respiro para afrontar con esperanza los momentos más complicados del día.
También la llegada al trabajo es un buen momento para ejercitar el poder de la sonrisa, el gesto amable y los mensajes auténticos. Los jefes, subordinados y compañeros agradecen que cada uno asuma las responsabilidades que le competen, que no se generen problemas los unos a los otros por adolecer de una comunicación auténtica.

Los vínculos afectivos de sentirse querido valorado, respetado, etc., importan y mucho, ya que estos comportamientos se almacenan en las neuronas 'espejo' allí donde más tarde acudimos para valorar y tomar decisiones.
Tanto la introspección como la independencia, la iniciativa, el humor, la creatividad y la moralidad son herramientas emocionales que ayudan a gestionar mejor cualquier situación por compleja que ésta sea. En el hogar, la escuela o el trabajo, conviene potenciar dichos rasgos que son signo de inteligencia social y emocional; si cabe, cada día más útiles en las relaciones personales y en el desarrollo profesional. De ello nos habla la ‘teoría de la resiliencia’ que se fundamenta en el estudio del comportamiento de aquellas personas (niños, adultos y ancianos) que salen airosos y fortalecidos de situaciones adversas. Se trata de aprender a tomar opciones de conducta inteligente ante situaciones no deseadas.

Podemos empezar la jornada con un desayuno de 'ingredientes nutritivos' a base de gestos cariñosos y de mensajes que aclaren nuestro estado de ánimo. Construiremos mensajes alentadores, que inviten a la sonrisa y al sosiego.
―¡Me espera un día de trabajo duro! Y no he descansado bien pensando en ello.
―Siento que tu sueño no haya sido reparador. Te ayudaré a preparar un desayuno apetitoso, y a buscar un atuendo que te anime.
Evitaremos los gruñidos, bufidos, gritos, etc., que emitimos sin darnos cuenta por las prisas, pues, lejos de mostrar cómo nos sentimos, dan a entender que algo no va bien y no queremos compartir. No dejaremos a interpretación ajena lo que nos sucede, ya que puede pasar de todo: desde las más comprensivas actitudes hasta unas pésimas valoraciones de nuestro comportamiento.

Para despedir el día nos puede venir bien la introspección; una habilidad menos nombrada en la actualidad aunque los beneficios de su práctica no dejen margen de duda. Se trata de seguir un método personal de observación y reflexión que nos lleve a dar una respuesta honesta a nuestras actuaciones diarias.
Se trata de que tomemos las riendas de nuestros fallos, dejemos de culpabilizar a otros, y seamos capaces de aprender de los errores porque los asumimos y corregimos sin temor alguno.

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