«Ante una crisis, se tienen opciones
para superarla.»
Por aquello de que a lo bueno te
acostumbras rápidamente, la población ha vivido con júbilo el espejismo de bonanza
económica, ciertamente artificiosa; diría más, fraudulenta, a juzgar por el
endeudamiento y corrupción que cual punta de iceberg emerge en tiempos de crisis
cuando ya no se puede jugar con el dinero de otros.
Ahora, cuando una mayoría comienza
el descenso en caída libre, algunos se lanzan a las calles y, lo que es más
absurdo, quieren lo imposible: no hay retorno. Y desde luego es mejor que no lo
haya.
La inconsciencia disfrazada es lo peor
que nos ha podido pasar en los últimos años. Lucharé modestamente blandiendo mi
teclado (antes, diría pluma) para dejar constancia de que la educación de un
pueblo marca su lugar en el espacio. De hecho llevo décadas hablando de ello en
la soledad de mis escritos que he compartido en algunos libros publicados, y en
otros por publicar.
Al inicio del tercer milenio, en los
cursos que impartía y que dieron lugar al libro “El vendedor universal” (2003,
Pirámide), el asunto de las crisis en las empresas era, fue y seguirá siendo,
el pan nuestro de cada día. Relato en ese libro un caso real:
Se trataba de un fabricante de paraguas con sede en Santiago de Compostela, donde todos sabemos que ¡llueve y llueve cantidad. El dueño, alarmado ante la sequía padecida en su tierra, con pronóstico similar en años sucesivos, temeroso de que la fábrica se fuese a pique, se dijo: “Si aquí no llueve, en algún otro sitio lo hará”. Comprobó que las previsiones de lluvia a cántaros eran en territorio japonés; allí llevó su producto y amplió así su mercado.
Hoy se pone énfasis en el triunfo de
los mediocres; los artículos al respecto llenan cuartillas online. Pero, la
pregunta que yo me hago (y que me hacía ya en la última década del segundo
milenio) es, «¿qué se entiende por mediocre?» Por aquellos días, como docente,
palpaba en las organizaciones y sistemas educativos la llegada de “todo vale”.
Semejante
situación, de no compartirla, te lleva a un cierto aislamiento profesional y a
tener la certeza de que tus propuestas de mejora las lucirán aquellos que
desconocen los procedimientos adecuados para la consecución del logro. Ello me
llevó a escribir uno de mis primeros libros, “Arcano y el Ciberhilonauta” (un
ensayo sobre la subjetividad dedicado a la juventud). Se plasman ahí
pensamientos como éste:
Detecto en la educación un desaguisado producido al evitar la entrada de los encantadores ingenio y creatividad; necesarios para la formación, pero temidos por la envidia y la mediocridad que, como corsé de la libertad, van tejiendo nudos desde el incorrecto enfoque sobre la igualdad.
Dejo como guinda de la mediocridad una entrevista realizada al empresario austriaco Alexander
Ruckensteiner, fundador de la empresa de alquiler de trasteros Bluespace.
Se define como mediocre, y expresa que como tal lo tiene más fácil para triunfar en España. Dice sentirse bien en este país por el clima y el nivel profesional realmente bajo. Razona que, al darse tan poco nivel en casi todos los sectores tienes una gran ventaja para montar una empresa. En otros países tienes que esforzarte muchísimo más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario