Esta
mañana, escuchaba en la radio un comentario acerca del gobierno:
(…) Son unos “chulos provocadores” porque no escuchan a la calle, a los miles de ciudadanos que se manifiestan en contra de las medidas adoptadas por ellos (…).
Argumentaciones
como éstas (de descalificación generalista) me las conozco por la experiencia
que provoca la edad.
El asunto
de “tomar decisiones con criterio”, es decir, por manejar unos datos objetivos
(basados en datos fiables medidos y contrastables), y por tener un objetivo que
lograr definido y explicitado con claridad: los que se denominan así mismos
ciudadanía, aquellos que dialogaban y dialogaban y dialogaban hasta el infinito
sin lograr acuerdo alguno, aquellos que formaban
parte de los consejos de administración de las cajas de ahorros de
ayuntamientos de corporaciones locales, etc., ésos, ahora, quieren dar “lecciones
de diálogo” descalificando y dejando plantados a los interlocutores del
gobierno porque, realmente, no quieren explicaciones saben con conocimiento de
causa que forman parte de esa clase que ellos mismos denominan privilegiada y
que ven tambalearse:
Me refiero a derechos que los ciudadanos corrientes currantes no hemos tenido ni llegado a pensar que algo así pudiese perdurar sin colapsar eso que llaman estado del bienestar.
Los
procesos (cualquiera) son mudables pero no retornan al punto de inicio porque
no existen las mismas condiciones para que ello se pueda dar.
Es como el asunto de la bicicleta que uno compra tal día como hoy y, año tras año va cambiando desde el sillín hasta el último engranaje de la bicicleta inicial, mientras guarda todo ello en el garaje. Pasados diez años, se pregunta si con los materiales guardados podrá componer y tener la misma bicicleta que compró en su día. En la respuesta subyace el desgaste de los materiales usados: la última pieza cambiada en el año nueve, ha experimentado un desgaste que impide pensar en poder montar la misma bicicleta inicial.
La vida,
su progreso, es como la bicicleta: por mucho que nos empeñáramos en retornar a
la edad de piedra (pongo por caso de exageración), las condiciones (leyes) del
universo que conocemos nos llevan a razonar que tal cosa no puede suceder.
Sea como
fuere, nos encontramos en una posición socioeconómica lamentable venida de
barros que no se querían ver porque se estaba cómodo viviendo en una ficticia
opulencia. Ahora, toca lidiar con la avalancha del lodo que conduce además a
zonas de arenas movedizas. En
tales circunstancias:
Hay quienes muestran sus reivindicaciones sin reconocer que, en parte, forman parte del lodo que nos ha traído a estas arenas movedizas en las que nos hallamos.
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