Mostrar a los niños y a los jóvenes otra forma de observar lo que les rodea gracias a
la lectura, es una de esas tareas que parecen misión imposible en un
mundo de conexión visual.
La lectura de libros es un alimento esencial para el crecimiento del espíritu. No hay que tener miedo a nombrar las cosas tal cual las sentimos. Lo que uno siente ante la lectura de una determinada historia puede que no tenga nada que ver con lo que el autor haya querido decir, pero al escribirla ha puesto empeño en transmitir algunos sentimientos que involucran al lector que es libre de interpretarlos.
Hemos de acostumbrarnos a percibir en la diversidad y la diferencia aquellos comportamientos que nos ayudan a CRECER EN ARMONÍA.
Lo mismo ocurre con las imágenes que invaden los sentidos desde la infancia.
El pasado martes fui al cine a ver la última película de Sofía Coppola, basada en hechos reales. A los educadores (las familias y el profesorado) les vendría bien ver este filme, y preparar un foro con sus hijos y los alumnos donde tratar los comportamientos que ahí se explicitan.
El final no tiene desperdicio. No lo desvelo. Pero si que me gustaría que si alguien ve la película y quiere luego compartir aquí sus impresiones sobre ello, podríamos iniciar un foro de opinión ante el inquietante significado del final.
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