Entrar a formar parte de un grupo es una característica intrínseca a la evolución de los seres vivos. Sin embargo, en el desarrollo de la inteligencia de los seres humanos, esta característica supone la cara y cruz de una misma moneda.
Nos necesitamos, sí. Formamos parte de un grupo familiar de apoyo en el crecimiento físico y emocional (la infancia). Pasamos por diversos momentos de afirmación entre grupos de iguales (la adolescencia). Establecemos nuestro particular estado de amistades: conocidos, compañeros, amigos...pareja. Podríamos seguir hasta completar el círculo de la vida: la muerte.
La gente reconoce que los grupos se crean por motivos varios: deportivos, ideológicos, religiosos, sociales, profesionales, etc., todos ellos definidos en sus fines y los medios que consideran oportunos para lograr sus objetivos.
De forma casual me ha llegado el enlace a un escrito que pone de manifiesto la dificultad que tenemos los seres humanos a la hora de establecer grupos que dejen la libertad del individuo intacta: de ahí la cara y cruz de esta moneda tan vitoreada: EL GRUPO.
En ocasiones puede uno sentir que el camino en libertad pasa por dejar de lado al GRUPO. En mi opinión, el grupo es una moneda que manejamos todos.
El asunto reside en si somos o no conscientes de la cara y cruz que esta moneda representa en nuestra vida.
Sé que cualquier reflexión viene marcada por el sesgo que cada uno mantiene por razón de origen. Aún así, soy una convencida de que se puede salir del círculo sesgado a través de algo en lo que hemos suspendido: LA LECTURA COMPRENSIVA.
Efectivamente, si algo falla en nuestro sistema educativo es la comprensión lectora. De ello he hablado en numerosas ocasiones desde mis experiencias en el aula.
Desde este blog, intento hacer llegar 'voces' que ponen acento en la libertad del individuo dentro de un grupo.
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