En un libro que me han regalado, Mensaje urgente a la mujeres, de Jean Shinoda Bolen, traducido por Elsa Gómez para la editorial Kairós, 2007, leo en uno de sus primeros apartados “Diferentes puntos de vista respecto a la guerra: diferencias de género”, y me embarga la tristeza al pensar que las ‘mujeres’ incidan en la torpeza de emplear el término ‘género’ sin saber que al Género Homo pertenece la Especie Homo sapiens. Convendría que antes de decir estas naderías se documentasen sobre la Taxonomía, la historia evolutiva de la vida en la Tierra.
La idea de que no importa el maltrato que reciba la lengua en que nos expresamos, de que todo da igual, nos lo han hecho creer aquellos que nada saben porque no quieren aprender. Tan sólo desean medrar a costa de ‘lamer’ a quien sea con tal de tocar vanidad.
Con los tiempos que corren, hay que llamar a las cosas por su nombre. Si una escucha es ilegal, lo será porque incumple el ordenamiento jurídico previsto para ‘pinchar’ legalmente los teléfonos. No podemos estar al socaire de personas jueces que no se comportan como jueces cuando se saltan la norma cuando les parece oportuno.
Nos falta seriedad en todos los órdenes. Lo que he comentado del libro es un ejemplo de ello. Desde mi posición docente, he tenido más de un problema por llamar a las cosas por su nombre. Sin embargo, en perspectiva, la razón busca su hueco entre aquellos que no decayeron, que no cejaron en ser 'pepito grillo' allí donde todo era una fiesta desenfrenada: no importa incumplir horarios; no importa malgastar recursos materiales; no importa lo que vean y escuchen los pequeños; no importa los derechos del vecino; no importa…NADA. ¡IMPORTO YO!
Ahora toca frenar. Y las ‘tortas’ van a ser duras, muy duras. El que siga en sus naderías allá él. (Y nótese que no añado 'ella' porque está implícito).
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