Un vínculo familiar
Mª Ángeles Rodríguez Castaño
INTRODUCCIÓN
A los padres ocupados, y preocupados en la educación de sus hijos.
Aprender a integrar el conocimiento de la propia cultura, conocer algo de todo aquello que nos ha permitido ser como hoy somos, tiene mucho que ver con la tradición familiar de contar historias.
De su parte, la Historia nos va indicando que las personas aprendemos a ser mejores, a salir mejor parados de los atolladeros, si somos capaces de establecer vínculos afectivos que nos hagan sentir seguros en la búsqueda de soluciones viables, mucho más aún, en situaciones adversas.
Complejas y adversas son las situaciones actuales: el reajuste tecnología-humanismo resulta inquietante en las primeras décadas del tercer milenio. En el transcurso de los doscientos últimos años el recorrido da la sensación de vacío intelectual, a pesar de los logros científicos cosechados.
La idea de echar balones fuera, no sirve aquí. El progreso de los sistemas de comunicación, no son excusa para el olvido de la tradición familiar de contar historias. La clave, puede estar en desconectar una hora al día para reflexionar y jugar con los hijos. A ello ayuda leer con el hijo desde niño, ya que potencia el desarrollo cognoscitivo y establece lazos afectivos difíciles de olvidar.
¿Qué hemos perdido, y qué merece la pena recuperar?
Ésa es la pregunta inicial que me hago al emprender este plan de convivencia familiar sin fronteras.
De entre lo perdido, es notorio el olvido creciente de contar historias familiares en familia; tradición ésta que guarda relación con la capacidad de aprender a integrar el conocimiento de la propia cultura tanto como de conocer algo de todo aquello que nos ha llevado a ser como hoy somos, sopesando así lo que aúna y nos diferencia de otros para hacernos sensibles y razonables.
Parece ser que hemos perdido lo que habremos de restablecer: el vínculo familiar. Y hay que hacerlo en medio de una crisis que llega, entre otras, por el reajuste tecnológico que experimenta la humanidad.
¿Hay excusas fuera de uno mismo?
Esta pregunta me lleva a razonar los objetivos del plan, que se concentran en siete rasgos de conducta a desarrollar. Cada rasgo se trabaja mediante casos, relatos y juegos que vienen a potenciar la inteligencia emocional y social en familia.
El primero de esos rasgos, la introspección, ayuda a valorar que, el progreso imparable de los sistemas de comunicación no es la causa principal del olvido familiar de contar historias de leer y jugar con los hijos. La clave puede estar en desconectar una hora al día para reflexionar y divertirnos con ellos.
En concreto, hablo de recuperar el ocio familiar desde la infancia y de potenciar la lectura comprensiva, con el objetivo de establecer unos lazos afectivos difíciles de olvidar, que imprimen fortaleza ante la adversidad.
Los rasgos de conducta a trabajar tienen como objeto: ayudar a expresar inteligentemente los propios sentimientos, a apreciar y reconocer los méritos ajenos, a detectar las necesidades y expectativas del prójimo, en definitiva, a ser auténticos.
El plan por capítulos que iré dejando en la web, es el siguiente:
1. INTROSPECCIÓN: nos ayuda a ser magnánimos, a no juzgar a la ligera.
2. TERNURA: nos ayuda a innovar.
3. OPTIMISMO: nos permite sopesar los límites.
4. INICIATIVA: nos muestra en tiempo real las mejores alternativas, aquellas que son viables.
5. CREATIVIDAD: nos ayuda a establecer vínculos donde parecía no haberlos.
6. HUMOR: nos hace caer en la cuenta de la propia ignorancia.
7. MORALIDAD: nos ayuda a ser congruentes.
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