¿Cuáles son las razones por las que demasiadas personas ―la mayoría jóvenes de mediana edad― mantienen una actitud desesperanzada sobre el presente que se avecina? ¿Dónde ha ido el ‘prestigio’ personal?
En los últimos días de este año (2011), en conversación con gente de variada procedencia y de vínculos personales diversos, me han mostrado su incredulidad en que algo cambie. En su opinión:
Las ‘castas’ son inamovibles. Y su gente son ineptos que toman decisiones nefastas para aquellos a quienes se aplican.
Efectivamente su argumento tiene peso histórico, pero encierra también el ‘arcano’ del cambio.
Por otra parte, en la red, he podido comprobar cómo se agrupan los desalentados en diferentes plataformas que los convocan. Y me pregunto si, a caso, quieren llegar a ser corpúsculos de ‘casta’.
Todo esto me lleva a reflexionar sobre la desesperanza instalada en la mente de una sociedad opulenta. Y comienzo hoy aportando argumentos ligados a una conducta resiliente, concretamente, la capacidad de crear vínculos afectivos.
Cuando la duda me asalta a modo de cuestiones sobre las ‘castas’:
¿Es necesario incrementar el número de castas para equilibrar fuerzas, para que me hagan caso? ¿A caso me hacen caso, o me lo creo? ¿Es preciso seguir con el espiral creciente de castas? ¿Por qué nos empecinamos en formar parte de alguna casta? ¿Es ése nuestro destino?...
Mi mente me devuelve una respuesta:
Yo no puedo cambiar a nadie, y mucho menos está en mi mano que nadie, ni aún la ‘casta’ dé un paso por mi causa.
Entonces me percato de que ese mensaje enfatiza en el ‘arcano’ del cambio:
Si quiero que algo cambie he de comenzar por conocer aquello que ha de cambiar en mí.
Esto nos puede servir como primer vínculo emocional, ya que implica conocer cómo soy y cómo me comporto; por otro lado, clave del comportamiento coherente y ‘arcano’ de la tibieza.―Esta tarde tengo en casa una tertulia sobre ‘tibieza’, que pienso compartir aquí.
¡Ay! Ahora, otra cuestión me inquieta:
¿De dónde saco las fuerzas para ‘conocer’ aquello que habré de cambiar en mí?
También esta vez mi mente recita para mí un sonsonete conocido:
¿Recuerdas la parábola de los ‘talentos’? ¡Sí! Aquella que habla de los ‘dones’ (capacidades) que cada uno recibe en herencia (genética) y que ha de gestionar y compartir en vida.
Ahí se encierra otro ‘arcano’ del cambio:
Cada persona es un ser vivo único e irrepetible que trae consigo un potencial de capacidades por desarrollar, y (ahora viene la enjundia del cambio) en el transcurso de su vida sentirá la necesidad de compartir, o de guardar para sí mismo, su 'riqueza’ personal.
Un segundo vínculo emocional viene del compartir nuestras capacidades, de ponerlas a trabajar en común. Y ello requiere la práctica de actitudes como la honestidad y la sinceridad.
Estos dos argumentos para crear vínculo, son como granitos de arena que ayudan a vencer el egoísmo a las ganas del propio lucimiento caiga quien caiga.
Pienso que, el tiempo sometidos al sentimiento de apropiación indebida ligado al manido argumento del mediocre (medio-cree) virtuoso de la nada "lo tuyo es de todos; pero lo mío es mío venga de quien venga", tiene las horas contadas.
¡Ha llegado el momento de retomar el 'prestigio' personal! El de uno. El propio.
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