La tibieza, aunque pueda parecer una actitud actual, pervive en el tiempo y sobre ello se diserta prolijamente.
Por mi parte, he iniciado este tema por un contertulio que lo propuso y al que doy las gracias porque estoy aprendiendo sobre un tema que tenía olvidado de la niñez.
La tibieza es el resultado de encontramos sin ruta, de caminar a la deriva. Un estado de ánimo que se percibe como desgana interior fruto de una contradicción interna. De alguna forma, los caminos espirituales (aquello en lo que creemos) y la experiencia (nuestros actos), no van orientados en la misma dirección.
El tibio se mueve como gallina de corral: no para en todo el día pero no va a ninguna parte.
Salir de la tibieza requiere de la persona una actitud de afrontamiento a la hora de elegir: salir de su enfriamiento, de la indiferencia por la contradicción en la que vive.
La tibieza es cosa de saberse ‘rico’. Sí. De sentirse rico en capacidades: esos talentos que se reparten al azar y que cada persona desarrolla, o no. Por cómo utilicemos los talentos recibidos así podremos llegar a sentir la apatía, la desgana previa a la tibieza que entra en contradicción entre lo mucho que poseo (en capacidades) y lo que soy capaz de compartir.
Se pretende con la tibieza mantenerse en el término medio, como dice la letra de la canción Tibieza (Todo Tango):
¡Qué bien que me sale ser solo “bastante”!,
"bastante" dichoso, "bastante" normal,
la única macana es que ese "bastante"
’tá cerca del menos, bien lejos del más.
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