Siento la grandeza del que se sabe pequeño pero que se siente capaz. Quiero pensar que hay gente que confía en que otros lo pueden ayudar desde su aparente insignificancia.
Pequeña sí, pero capaz también.
Me siento ciudadana de una democracia dormida, indolente.
Dormida por la abundancia; indolente ante la ignominia; pasota de pensamiento; faltona a la verdad; increíblemente descreída; autosuficiente e indiscreta; que enjuicia por definición lo que no se ajusta a su real gusto; que no confía ni en sí misma que busca solo lo aparente; gente que engrosa las listas de una vida fácil sin normas con vicios al uso de la naturaleza animal. Animales somos, sí. Pero raciocinio tenemos a pesar de todo.
Si construimos día a día los pensamientos alejados de esa forma de democracia dormida, podemos sentir la confianza en aquel que se hace invisible, que no mete ruido, que trabaja en la sombra, QUE SE SABE PEQUEÑO PERO QUE SE SIENTE CAPAZ. Capaz de amar.
Bien es verdad que no se pueden trasladar los mensajes de otra persona sin que se contagien del sesgo propio. Pero lo que ahí se dijo avala uno de los principios de la conducta resiliente "se puede crecer en medio de las dificultades". Y cuando se habla de crecer que no se piense únicamente en términos económicos, porque en la conferencia se pudo valorar cómo hacen aquellos que lo tienen complicado desde un punto de vista personal.
Desde luego, hay tantas formas de hacer algo como personas se pongan a ello. El asunto está en ponerse. En fijarse una meta. Es como aquel que decide ir a un lugar desconocido y que por tanto desconoce los caminos para llegar. Desconocer algo no implica que no podamos hallar un punto de donde tirar para comenzar a ordenar nuestras acciones y encaminarlas a ello. Cuando compruebas lo que hacen otros y les va bien, tienes la oportunidad de revisar cómo lo haces tu y en qué medida puedes adoptar las acciones ajenas. Ayer pude comprobar que el sistema Israelí de organizar sus planes de crecimiento, de trabajo, etc., no dependen del gobierno que salga de unas elecciones, porque se realizan para un determinado periodo, seis años, y se ejecuta sin más; sin historias de partido, de que llego yo y lo cambio.
También sus planes de ayuda a emprendedores hay que tenerlo en cuenta como referente de un sistema que no tiene miedo al fracaso. El dinero que da el Estado a un proyecto emprendedor que se considera viable no hay que devolverlo. Si el proyecto se ejecuta con éxito, hay que realizar su correspondiente aportación al Estado. En el caso de que finalmente no dé resultados tampoco se estigmatiza a los promotores que pueden volver a presentar nuevos proyectos. Lo que me quedó claro de ayer es que cada día que pasa el mundo es más pequeño porque las relaciones personales se acercan se allanan; eso sí, hay que escuchar escuchar escuchar... y contar; aunque al contar des tu versión queda la oportunidad de investigar.
¿Por qué más es menos?¿Somos los educadores, familia, escuela y sociedad, observadores trasnochados de un futuro por construir?
Entre el público asistente a las Jornadas"católicos y vida pública" eché en falta a compañeros universitarios, a gente que mantienen ideas
comunes desde opciones distintas, a esas otras personas ateas que hablan
luego sin asistir a encuentros donde expresar su sentir y conocer de
primera mano lo que se dice o se hace.
Cada uno de los ponentes mostraronsuvisión de la situación que estamos viviendo desde hace unos años,y explicaron lo que se está haciendo en sus organizaciones e instituciones para avanzar desde una perspectiva común: anteponer la dignidad de la personaa cualquier otra opción.
Desde luegoalgunas ponencias las hice rápidamente mías, al compartir los planteamientos que dejaban claro el punto de referencia: la persona.
De esas ideas transmitidas por tan prestigiosas personas de diversos ámbitos sociales, destaco una que enfocó de manera distinta a cómo se viene haciendo para afrontar los momentos difíciles que vivimos:
Dejemos de administrar la penuria,todos somos responsables de todos. -D. Sebastián Mora Rosado, Secretario General de Cáritas Española.
Hay demasiada gente lanzándose los unos a los otros bofetadas de culpabilidad, sin abrazar la realidad de que la culpabilidad es responsabilidad de todos.
Por mi parte, aquellos con quienes mantengo diálogo personal (físico o virtual) conocen mi argumento al respecto de el dónde y el porqué de lo que nos ocurre: entre todos nos hemos dado la sociedad de la que hoy renegamos. Al igual que un niño, hemos aprendido a no implicarnos ante lo injusto en los años de bonanza porque eso significaba complicarnos la vida: ¡total para qué! Y el para qué irrumpe en el peor momento, porque cuando hay que tomar decisiones la cabeza hay que mantenerla fría. Es como cuando se calienta un circuito eléctrico, saltan chispas y termina por desconectarse o incendiarse. Nuestra mente actúa en frió, cuando nuestras conexiones neuronales se producen en plenitud. Las chispas de la ira o el miedo dan paso a situaciones incontroladas que de pensarlas, seguramente, no se darían.
Quizá el famoso cambio del que tanto se habla pueda llegar de la idea que encierra esa frase "dejemos de administrar la penuria". Y es que de lo que se habla hasta ahora es de ayudar desde el concepto de administrar recursos, mayormente económicos. En este sentido, a la pregunta de uno de los asistentes a las Jornadas sobre si se volverá algún día a lograr esa idea de cooperación internacional del 0,7%, la ponente representante de Manos Unidas España, Dª Mercedes Barbeito Diez, contestó que tal vez la solución no sea la de retomar anteriores propuestas, que las preguntas a cómo solventar la desigualdad estén por formularse.
Efectivamente, el encontrar una respuesta que dé significado a una situación concreta requiere cuestionarse previamente sobre dónde está uno mismo, conocer el punto de referencia y no creerse el dueño de la situación.
Los vídeos que inserto intentan dar una respuestaal punto de referencia desde dos cuestiones previas:¿qué valoramos? y ¿dónde estamos? Cada uno ha de plantearse las suyas, y tratar de responder a cuál es su punto de referencia.
Son variados y diversos los eventos que se celebran en las ciudades con entrada libre. 'Libre'. Concepto que se liga al pensamiento. Pero, ¿somos capaces de pensar? ¿Cuándo lo hacemos y dónde y por qué y?...
Se presupone que el acto de pensar tiene que estar relacionado con la observación. Entonces, el acto de pensar ha de relacionarse con ponerse en situación de observar lo que hago y lo que hacen los demás, lo que sucede en mi entorno y conocer el estado de la Naturaleza. Es lo que hacen filósofos, científicos y cualquier persona del pueblo que se interese por el conocimiento en su vasta amplitud. Ahora bien, el cómo, cuándo, por qué, dónde..., es una cuestión personal e intransferible. Las inquietudes que la persona manifiesta desde la infancia, cómo las encauza y lleva a la práctica perduran en el tiempo más allá de las vicisitudes a las que haya de hacer frente. Quiero decir que, el manido argumento de que estoy muy atareado y no tengo tiempo, es una forma de trampa personal para dejar de hacer. Y esto lo sabemos desde niños. Sin embargo, a la hora de tomar decisiones, queremos ser escuchados por nuestros pensamientos, diríamos, poco contrastados.
¿Cómo estar al día de los argumentos de unos y los otros si asistimos únicamente a aquellos actos u actividades que nos son afines?
Esta tarde, y en la jornada de mañana, se celebra en Valencia el encuentro"católicos y vida pública".
No sé si asistirá gente dispuesta a pensar, 'repensar' (como dicen los dirigentes y no dirigentes para lograr el cambio que no saben cómo acometer), como digo, no sé a quién me encontraré ahí esta tarde. Pero opino que para hablar de algo hay que escuchar, a ser posible mejor aún que leer, puesto que los matices del discurso se perciben desde todos los sentidos y al leer perdemos el auditivo, entre otros.
¡Hay tanto por hacer, tanto por descubrir!
¿Qué hacemos aquí parados? ¿Qué nos mueve?, o quizá la pregunta sea ¿nos mueve algo de valor crematístico?
¿Qué hacemos aquí indignados?, quizá nos hemos de cuestionar sobre nuestro porqué, y no dedicarnos a lanzarnos a la deriva por la vía de otros.
Es mi asignatura pendiente que ahí se queda: los idiomas, en concreto el Inglés. Menos mal que las imágenes y el chapurreo del idioma hacen que se pueda comprender la información que enlazo, y que tiene que ver con la cuestión inicial ¿QUÉ HACEMOS AQUÍ?
Es uno de los tantos ejemplos que se dan hoy en las aulas, y lo traigo hoy aquí como muestra de la nueva pedagogía en la que estamos inmersos los educadores.
En el caso del vídeo que inserto, un profesor de música propone actividades que motivan al alumno a construir el conocimiento a través de proyectos colaborativos donde puedan expresar la creatividad y les permita el desarrollo de las propias habilidades.
Se puede valorar el hecho de cómo las nuevas herramientas de comunicación importan y mucho en la práctica docente.
Descubrir a gente que enlaza con la idea del vínculo afectivo, de su relevancia en la infancia y a lo largo de la vida, es una de las tareas que desde estas páginas trato de compartir.
Hoy traigo a un poeta y músico argentino, Hamlet Lima Quintana (1923-2002), un juglar de su tiempo. Sus padres le iniciaron en la pasión por las artes, tocaban la guitarra y el piano, y componían poemas. Él siguió sus pasos, y nos ha dejado una extensa colección de poemas a los que pone su voz.
Cualquiera puede adentrarse en la Red y buscar sobre este autor. Pero yo quiero dejar dos de sus poemas que alegran el día a cualquiera que los reciba:
"Hay gente así tan necesaria" y "Elogio del silencio".
Me gustan las explicaciones que deja en abierto Darin McNabb, él es licenciado en Biología y doctorado en Filosofía.
Le sigo en su canal de vídeo, para mí, un auténtico taller de filosofía que él titula "La fonda filosófica" donde cualquiera puede sumarse y tratar de comprender.
Su forma de exponer me resulta práctica porque no se anda por las ramas: deja atrás esa manida cantinela sobre la justicia en la que se instalan tantos pensadores filosóficos de manera retórica para, luego, tomar partido por lo suyo.
Seguimos siendo los habitantes de un mundo por construir. Y nos hemos alejado de las ideas constructoras de la vida. Nos instalamos en la forma más cómoda: el ego.
Desde el yo, el sentido del otro es difuso. En una imagen que cree en su día para explicar el tema de la cooperación a mis alumnos, intentaba plasmar una idea atractiva de mirar a los demás. Utilicé para ello, previa autorización, la imagen de un dado creado para la portada de los libros "Inteligencia emocional y social en el aula" (2008, Brief) de los que soy coautora.
Desde esta perspectiva, el yo se trabaja para hallar dentro de uno esas actitudes que nos mejoran como persona. Se trata de comprender que, las múltiples opciones de mirar a los demás, parte de una. De uno mismo. Y si miro el mundo desde un yo-ego: con dureza y acritud, sin atisbo de vínculo alguno ni de esperanza en nada, si la ternura es para mí un signo de debilidad y mi sentido del humor es irónico me va a resultar complicado respetar lo que no se ajuste a mí a lo que quiero, deseo, gusta, controlo,...
En definitiva:
el yo por trabajar en un ego temeroso de salir al cosmos y poder vivir en conexión;
el yo por trabajar es un ego que se instala en el colectivismo de la mediocridad.
Ayer tarde, acudí a la Sala Clemente para escuchar en concierto al joven pianista Ryutaro Suzuki.
Al escucharle, uno comprende que el desarrollo del talento pasa por abrirse al mundo y dejarse abrazar por las emociones universales y por los sentimientos personales.
Descubrir su ciudad natal es, casi, como detenerse en un tiempo ancestral. Y es la curiosidad, como actitud que motiva la indagación y que no hay que perder con el paso del tiempo, la que nos lleva a buscar para conocer, en este caso, la ciudad donde nace Kyutaro.
La suerte es que hoy, cuando una ciudad la percibes lejana, la web te la puede acercar; aunque será tu elección personal la que te lleve a captar una u otra realidad de la que ahí se muestra; es lo que llamamos selección bajo criterios personales y que han de mostrar respeto desde la responsabilidad al elegir y compartir.
Enlazo así con el tema de ayer, "las cuatro ces del conocimiento".
Es curioso, pero cuando ayer por la mañana escribía sobre la consciencia desconocía que por la tarde iba a escuchar en concierto a un joven que ha nacido y educado en una sociedad que prima la meditación. Dejo un breve paseo virtual por esa cultura de tradición Samurai.
Son tantos y variados los sentimientos que transmiten las imágenes, los sonidos...: a cada persona le unen o separan de alguien o de algo, le animan o decaen, le importan o le dejan indiferente..., pero algo cambia en nuestro interior cuando somos capaces de conectar.
Mágico vocablo: conectar.
Te has preguntado con quién conectas, sobre si mantienes conexiones variadas y diversas. Te cuestionas sobre por qué centras tu mundo en lo cercano y amable para contigo... ¿Te planteas cambiar alguno de tus pensamientos que te alejan de esa fortaleza natural que se apoya en la introspección?
Por si te animas, esta tarde, puedes escuchar al joven pianista en la sala del Instituto francés de Valencia.
Consciencia, conocimiento, cambio y colaboración: son conceptos que se escuchan hoy en cualquier foro de conferencias y que, en definitiva, nos ponen en el brete de preguntarnos por nuestra actitud.
Hoy quiero poner en común algunas de las ideas que he podido sustraer de las dos últimas conferencias a las que he asistido, y que me han sugerido el titular de esta reflexión compartida: las cuatro ces del comportamiento.
El martes, el ponente Idili Lizcano filósofo por la Universidad de Valencia, creador y fundador de la empresa Alqvimia, dejó muy alto el pabellón del pequeño y mediano empresario; ese que crea riqueza y que contribuye al bienestar de la población. De su intervención me quedo con una 'idea-mensaje': ser conscientes.
La consciencia de la que habla la explicita desde la meditación: "uno medita cuando está en una reunión de trabajo consciente de ese momento".
De ahí la propuesta del primer cambio de actitud: cuestionarnos sobre si conocemos nuestro estado de consciencia,estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos. Sin duda, hay que aprender. Esto me sugiere enlazar con una lectura que me introdujo en el tema de la consciencia cuando era moza: "La personalidad creadora" de Antonio Blay (la edición que manejo es de 1963, DHARMA). Ayer, miércoles, asistí a una conferencia del profesor de Filosofía Moral y Política (Universidad de Valencia), Agustín Domingo Moratalla. El tema de la conferencia: "Infoética y Derechos Humanos. Posibilidades y límites de la ciudadanía digital" dentro del ciclo de conferencias "El reto de la gobernabilidad. Europa y la globalización" del Club de Roma.
También ahí se constató la necesidad de un cambio de actitud que, en general, afecta a la sociedad civil: a la toma de consciencia, a la idea que tenemos del conocimiento en una sociedad virtual, a los cambios que se han de dar desde la práctica de una colaboración auténtica que nos lleve a replantearnos "¿qué vamos a dejar de nosotros cuando nuestro cuerpo no esté ya en la Tierra y lo que se vea sean las ideas que manifestamos en vida, lo que hicimos o dejamos de hacer...".
Somos los constructores del ejemplo que quedará de nuestro paso por la vida. Quiero pensar que, algunas de las personas con las que comparto vida (material y espiritual), sonreirán cuando ya no esté más que en sus pensamientos.
En tiempos movidos por crisis de valores, la economía se lleva la peor parte porque la avaricia rompe siempre el saco.
Lo malo de las crisis es que hay individuos colectivizados (por otro artículo anterior, sabemos que "las mentes se conectan, no se colectivizan"), gentío que marchan en pos de lo que fue, y que quizá pudo haber sido ideal, pero que la realidad ha dejado en evidencia.
En más de una ocasión me he preguntado si no estaremos donde estamos por mantener comportamientos ligados al colectivismo.
Hace tiempo que me he respondido tras variadas y diversas lecturas que llevan a una reflexión principal por ser primera: ¿dónde hemos dejado a la persona?, y, lo que es esencial, ¿cuál es nuestra idea de persona?
Hoy me ha llegado la invitación a una conferencia, de la que dejo información por si alguien desea acudir; la entrada es libre. Mi interés en ello reside en el movimiento social que genera esta Red orientada a la persona y a su actuación coherente.
Los mensajes importan: son relevantes porque nos ayudan a construir el conocimiento.
Los niños nacen a la palabra desde las imágenes asociadas al sonido: madre, padre sonrientes mientras le dicen "te quiero preciosa, precioso...". El tacto y el gusto completan la forma de tomar contacto con su entorno. Luego, ya de adultos, seguimos lo mismo. El impacto que tiene la palabra como símbolo gráfico se aprecia en los graffitis.
Quienes se ocupan y preocupan de la educación, valoran (valoramos) la palabra como una herramienta que no conoce el paso del tiempo, y que sirve a cualquier cultura.
El asunto a tratar aquí, hoy, es: ¿cómo construimos los mensajes?; ¿hasta qué punto sabemos cómo van otros a interpretar lo que decimos?
Una primera opción para lograr el objetivo de educar tiene como referente a la humildad.
Cualquier mensaje que construyamos sin dar paso a la humildad, se puede ver afectado por ideas dogmáticas totalitarias y, así, la palabra deriva hacia tierras movedizas.
El humor es la palabra que entra sola. Cuando el pequeño comienza a contar chistes se da cuenta de que podría seguir en ello. Detrás de uno va otro. Aquellos que se dedican a contarnos la vida en humor, lo saben.
Sin embargo, pensar, lo que se dice pensar..., implica cuestionarse las palabras, las imágenes,... Los pequeños lo hacen: ¿POR QUÉ? A caso de adultos, ¿lo olvidamos? o, tal vez,
¿estamos interesados en desconectar, y nos dedicamos a colectivizar?
Inserto es vídeo por su relación con el tema de la comunicación: de la palabra hablada.
Hace unos días leí un artículo sobre la reforma del sistema educativo, escrito por un profesor de filosofía. De alguna forma, por sus planteamientos (cito literalmente) de la resiliencia emocional, me interesó hasta el punto de plantearme hacerle una crítica constructiva, por su puesto.
Lo mejor de adentrarte en una crítica es que te convoca a realizar un estudio de tus propias carencias. En mi caso, me he dedicado a documentarme sobre el sentido de "prudencia" como dominio de lo particular, a la que se llega por la
experiencia. "La prudencia" que no es ciencia ni arte, sino una disposición racional, verdadera y práctica sobre lo que es bueno para el hombre. Valentía, Justicia y Prudencia.
Cuando leí el artículo del profesor, en un primer momento, pensé en dejarle mi opinión; pero se me hizo impertinente por mi parte. De modo que me propuse "dialogar" (en sentido hermeneútico: deconstruir para construir) sobre las dos cuestiones mencionadas: educación y resiliencia. Para escenificar ese diálogo incluyo, primero, la clave argumentativa del autor que paso luego a sopesar:
El desánimo que se está apoderando de la agenda socio-política no debe dificultar un análisis realista. Aunque los indicadores de evaluación internacional y los datos que proporcionan las agencias de calidad son preocupantes, la calidad de los profesores, el ánimo con el que enseñan y la ilusión por su trabajo son factores que exigen una reforma atrevida pero prudente. A pesar de sus administradores, la comunidad de padres, maestros y profesores siguen creyendo en el valor de la educación.
Me pregunto si "el desánimo que se está apoderando de la agenda socio-política" no viene a enmascarar la posibilidad de "un análisis realista", algo similar a cuestionar: ¿qué fue antes el huevo o la gallina? No comprendo el argumento final:
"...A pesar de sus administradores, la comunidad de..."
¿Alguien cuestiona el valor de la educación? Lo que se cuestiona es el sistema que nos ha llevado hasta donde estamos a pesar de los recursos materiales que tanto se proclaman como panacea educativa. También los argumentos sobre la "bondad de la calidad de los profesores y demás agentes educadores ligados a tener que realizar una reforma valiente pero prudente" me descoloca por completo. Sé que analizo lo que se dice de forma conceptual, pero es que para comprendernos hemos de expresar lo que decimos de manera objetiva. También me consta que la objetividad no casa con la idea filosófica de duda permanente. Reconozco que el pensamiento no puede ser único. Pero un planteamiento bien estructurado no apela a sentimientos. Aquel que piense que la conducta resiliente tiene algo que ver con el sentimentalismo desconoce el valor de su práctica.
¿Cómo
quiero vivir desde al amanecer hasta que el sueño me venza, para soñar que
¡estoy viva!?
Metida
como ando cual elefante en una cacharrería —por aquello de ser una persona de
formación técnica que bucea por la filosofía—, intentando comprender los asuntos que
trata la filosofía moral y etcétera, siento que discrepo más que asiento en la
forma en que se presentan las disyuntivas que cada pensador pueda desarrollar
en su tiempo. Y, desde luego, los medios de comunicación forman parte de este
devenir tendencioso en el que los seres humanos estamos inmersos, si no somos
capaces de discernir. Y lo somos. Sin duda, lo somos. Desde el anonimato, lo
somos.
Filósofo puede ser cualquier persona que se proponga adentrase en el conocimiento para afrontar la vida desde la comprensión del mundo que le circunda. La curiosidad forma
parte de nuestro quehacer diario. Cada uno se asoma desde sus preferencias para
comprobar lo que de nuevo nos cuentan. Y ahí está el quid. ¿Desde dónde miramos?
Podemos
mirar lo que nos cuentan aquellos que son de nuestra línea de pensamiento. Así
obtenemos un trozo más o menos grande de la tarta a visionar, pero no vemos la
tarta.
Lo del reparto del pastel me trae recuerdos de mi paseo estudiantil por la Escuela de Bellas Artes San
Carlos de Valencia a finales de la década de los sesenta del pasado siglo. Y es
que desde cualquier ámbito podemos iniciar nuestra investigación sobre cómo miramos, cómo curioseamos lo que
llamamos realidad. Fue en esa Escuela donde comprobé una de las formas de "mirar desde la pecera":
Vivimos en una pecera y, de cuando en cuando, algunos suben a la
superficie para curiosear y soñar con lo que fuera de las aguas se vislumbra;
y están aquellos, los osados, que se atreven a dar el salto y salir de la
pecera.
Pues, algo
de eso pasa al levantarse cada día y seguir en la pecera informativa, en la pecera del desencanto, en la pecera de las lamentaciones, en la pecera de las quejas, etc.
Tampoco
nos saca de la ignorancia quedarnos en la superficie de lo que nos cuentan “los
otros”. Pongo de ejemplo una noticia que tiene como protagonista a un filósofo que he descubierto al estudiar a otro filósofo Rawls —objeto de estudio en una de las clases de filosofía a las que asisto—, y cuya muerte llevó a realizar un comentario sobre la parcialidad de los medios.
Como alumna no puedo quedarme en la superficie de la pecera del profesor. ¡Hay tanto que no se dice y que podemos hallar si buscamos!
No nos damos cuenta de que la confrontación se fragua en las posiciones únicas y dogmáticas dadas en la pecera.
Si solo muestro aquello que considero relevante y no incito a indagar más allá de "mi mundo": me convierto en un habitante recalcitrante de la pecera. Por muy filósofo que se sea y que lo acredite un título.
Ya lo dijo Darwin: "La vida no es una confrontación. Estamos aquí,
en la Tierra —y de momento seguimos en ella—, gracias a la actitud de
cooperación de los seres humanos".
Sin embargo, la confrontación es el motivo principal en cualquier debate que se intente seguir en los medios de comunicación al uso; y digo bien, 'intentar' porque nada en claro se entresaca de quienes 'argumentan' —si ello se pude considerar argumento— desde la pecera.
Y, ¿cómo podemos salir de la pecera? Leyendo, es mi respuesta favorita.
Mi alumnado conoce algunos de los libros que comparto en las aulas, entre ellos, EL
UNIVERSO EN UNA CÁSCARA DE NUEZ.
Aquellos que lo hayan leído comprenderán
mejor lo de salir de la pecera. También los pensadores, filósofos actuales, han
de salir de su pecera.
Ese tiempo en el que
te preguntaban si eras de ciencias o de letras forma parte de la vida en la
pecera.
No sé bien
a quién llamar filósofo. Pero si que sé lo que me atrae de los pensadores sea
cual fuere su materia de estudio: su incesante capacidad de preguntarse. Particularmente, no ceso de preguntarme sobre ¿qué pasa con la educación?
Desde que me inicié en el estudio de la Resiliencia (1999), me llamó la atención las investigaciones llevadas a cabo por Giselle Silva Panez (Doctorada en la Facultad de
Filosofía de la Universidad de Zürich en el campo de Psicopatología de niños y
adolescentes y licenciada en psicología clínica en la Pontifica Universidad
Católica del Perú).
En el programa educativo que desarrollé "Inteligencia emocional y social en el aula" (2008, publicado por Brief), se deja notar ese espíritu de Silva, que sale de la pecera.
Y sigo sus trabajos, ahora en relación al aprendizaje en las
escuelas, por la concreción y lucidez de sus planteamientos.
¡Nada que objetar!, por mi parte.
Dejo para el final una cuestión que considero inquietante: ¿quién decide lo que es o no es "calidad de vida"?
Mientras los peques gozan con sus regalos y los abuelos recibimos las llamadas de los nietos para decirnos que los Reyes Magos nos han dejado un regalo, y nos preguntan si han pasado también por nuestra casa con la intención de averiguar qué les han dejado, en un día de ilusiones, el mensaje del anuncio de la Coca Cola 2013, se apunta a la magia de mirar y ver lo que de positivo llevamos dentro cada uno de nosotros.
También para aquellos que están pasando por momentos difíciles y piensan en marcharse del país porque aquí no aguantan más, les dejo algunas reflexiones que llegan vía e-mail y que he refundido en una imagen. A veces, cuando inicias la búsqueda de algo, en este caso, "dónde ir" te puedes encontrar con lo que no pensabas: quedarte y pensar en abrirte camino.
Y es que en casa hay cosas por hacer. Y no lo digo con ánimo simplista. Pero la experiencia viene a poner el acento en la magia del pensamiento positivo, mucho más aun cuando las cosas vienen mal dadas.
No se come mejor si no se tiene dinero, pero la manera de cocinar unas patatas y el ánimo al intentar presentarlas de tal forma que alegre la vista por su colorido con un toque de pimentón, por poner un ejemplo, ayuda a que el instante de una comida frugal sea un lugar de encuentro donde los ánimos se enciendan y puedan así iluminar alguna idea de expectativa mejor. Y esto lo digo con conocimiento de causa propia y por experiencia materna.
El que se hunde en pensamientos negativos no halla solución a problema alguno. La magia de pensar en positivo se da también en el aprendizaje, en cómo cada persona se involucra en ello es determinante para el conocimiento y es el conocimiento el mejor antídoto contra el desconcierto; si no se tiene alguna patología que lo impida, claro.
Y sobre el asunto del aprendizaje, Conner razona sobre ello como puede verse en la imagen adjunta.
Se puede entender ahí la relevancia de mantener un espíritu libre e indagador, que se pasea por ámbitos diferentes del conocimiento que le llevan a construir su idea de saber; esa sabiduría abierta desde un ánimo positivo que ayuda a valorar que "el saber no ocupa lugar, pero requiere tiempo y dedicación personal".
A veces, lo que acontece diariamente, lo cotidiano ensombrece los motivos que nos llevaron en su día a tomar determinadas decisiones.
Sin buscar demasiado, te encuentras con personas que escriben sobre cómo se sienten después de vivir tristes eventos que les llevan a abandonar planteamientos anteriores. Ejemplos al caso se tienen de tiempos pasados y en los de rabiosa actualidad. Recojo hoy dos de ellos: laBeata Ángela de Foligno (1249-1309), y la escritora Ángeles Caso. No sé bien si seré de las pocas, o muchas personas que se cuestionen el artículo que enlazo de Ángeles Caso.
Hay planteamientos falaces en su discurso, pues, habla en primera persona de cuestiones que afectan a otros, y se auto-afirma en planteamientos que desconoce concediéndose el poder de señalar con el dedo para afear conductas, y se permite detestar artículos que ella misma, de una forma u otra, utiliza en su mundo feliz en el que vive y no menciona. Y es que es demasiado sencillo criticar por criticar. También resulta extremadamente fácil escribir para que otros asientan desde la sensiblería. Al final de su artículo, deja sus deseos al aire, y también ahí da muestras de utilizar argumentos falaces (que remarco en negrita), porque no podemos conocer cuál sería nuestra actuación de tener que dormir en el suelo, etc.
Unas cuantas carcajadas y
unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis
muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo
al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa
de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo
mientras mi conciencia esté tranquila.
Le doy las gracias a la autora porque al escribir su artículo he podido reflexionar sobre un tema actual: la falacia argumentativa, en concreto, la falacia del argumento dirigido a las emociones.
Por mi parte, añado una breve reflexión sobre los sueños, como suelo realizar para exponer en el aula, desde el respeto a las diversas opiniones que surjan de su lectura.
Cuando pienso en lo que cada día aprendo gracias a tantas personas que me rodean y ayudan desde tan diferentes y diversos contextos y medios llegados de la tecnología, esa área que durante más de una década he impartido al alumnado en las aulas de secundaria, pues eso, al comprobar lo mucho que aprendes de los demás te ayuda a reconocer lo poco que sabes realmente.
Quiero traer al recuerdo el significado emocional de los refranes y los cuentos.
El refranero español nos deja sugestivas
sentencias con la misma intención que en los países orientales recogen relatos
de sus maestros: ambos nos llaman a la reflexión sobre el comportamiento humano.
Recojo hoy un refrán y un relato: «Quien se pica, ajos come» y «El alacrán».
El refrán se aplica a quien se
siente aludido por algo que se censura de modo casual o general, seguramente
por estar involucrado en ello.
El relato dice así:
Sentado en una piedra a la orilla
de un río, un anciano vio cómo un alacrán se estaba ahogando y decidió sacarlo
del agua. Al hacerlo el alacrán le picó, y como reacción al dolor, el anciano
lo soltó. El alacrán cayó al agua y de nuevo se ahogaba. El anciano lo rescató
una segunda vez, el alacrán le picó y fue de nuevo al agua. Alguien que había
observado todo, se acercó al anciano y le dijo:—Perdone, ¡cuidado que es usted
terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua el alacrán le va
a picar?—Lo entiendo, lo entiendo—respondió
el anciano—. La naturaleza del alacrán es picar, pero eso no va a cambiar la
mía que es ayudar.Y fue entonces cuando, ayudándose
de una hoja, el anciano sacó al alacrán del agua y lo salvó de morir ahogado.
En resumen...
No cambies tu forma de ser y de
actuar si percibes que estás en el punto de mira de aquellas personas
picajosas: algunos persiguen la felicidad mientras otros la crean. Si estás
entre aquellos que la crean comprenderás, y actuarás en la forma de ayuda
inteligente.
Un día después de nacer, cuando inicio mi año sesenta y tres en la Tierra, sigo la línea que una estela me marcó la mañana en que mis pulmones respiraron por si solos, fuera del útero materno.
Aquella estela dejó diáfano en mi mente que he de volver y que nada me llevaré. De modo que, en el día de Año Nuevo, renuevo esa unión con mi estela y formulo un deseo como todo mortal que sabe de su interdependencia.
DESEO...
Lo que de bueno llegue, apreciar.
Aquello que no quisiera sufrir, acoger.
A la incomprensión, comprender.
De quejarme, pasar.
Ante la injusticia, batallar.
De las personas buenas, aprender.
DESEO... lo que cada persona de bien quiere que se haga realidad en este año que comienza.