Cuando los recursos materiales escasean...
es
el momento de crecer en valores.
La situación económica que vivimos hoy en España me sirve de ejemplo.
Escucho decir que los recortes en educación
van a llenar las aulas de alumnos, y que van a dejar sin ordenadores portátiles
los pupitres de nuestros estudiantes.
Mirado así, parece una tragedia que pueda
llegar a hundir el barco de la educación.
Aunque, si miramos desde otro ángulo,
podemos detectar alguna que otra posibilidad de crecimiento educativo. Y es
que, la imaginación agudiza el ingenio cuando la necesidad aprieta. De ello
saben las personas que se quejan poco en la calle, y que ayudan en silencio a
los que tienen cerca.
Quizá sea ésta una de las claves que hoy
echamos en falta en la sociedad mediática materialista: la cercanía a las
necesidades emocionales y espirituales de la familia extensa, los amigos, los
colegas…, los transeúntes anónimos que por alguna razón reclamen nuestra
atención con un gesto: no puedo bajar o
subir el escalón del autobús, por ejemplo.
La sensibilidad se hace hábito cuando
abrimos los ojos y miramos más allá de nuestro ombligo.
La iniciativa, motor de la creatividad (tan nombrada por nuestros políticos progresistas), nace y se desarrolla en ambientes donde el ‘vínculo afectivo’ proporciona
seguridad para expresar y dar rienda suelta a los pensamientos positivos.
En periodos de bonanza económica se tiende
a poner énfasis en la idea de que el dinero todo lo puede. Y es posible que
lleven razón aquellos que su economía no dependa de otros. Pero para la inmensa
mayoría de seres humanos la realidad es bien distinta.
Precisamente, como profesora puedo razonar
lo que hacía en su momento para trabajar en la única sala de ordenadores con la
que contaba la escuela.
El profesorado teníamos que ‘compartir’ el
aula. Para ello, al inicio de curso presentábamos un ‘plan de trabajo’ que requería
el aprendizaje en la Red. Por supuesto, había que cuadrar los proyectos
educativos de cada curso en la sala de ordenadores. Se creaba así un ‘equipo
educador’.
Puedo decir que he trabajado mucho, y de
manera eficaz, con mi alumnado en la sala de ordenadores. Y no quiero decir con
ello que el ordenador portátil para cada alumno deje de ser una estupenda idea.
Pero no es la panacea educativa.
Al menos, los que nos referirnos a la
conducta resiliente como un planteamiento de futuro hoy, somos conscientes de
que de los problemas se sale con determinación de cambio.
Aquellos que quieran seguir entre quejas y
lamentos de lo que hubo o pudiera haber, podrán montar algarabías callejeras,
insultar y gritar, encolerizarse hasta perder los papeles, paralizarse e
intentar parar a otros…
A quien le guste mirar desde la óptica de la resiliencia, estará conmigo en que el momento actual es propicio para crecer en valores.
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