Ayer acudí a escuchar la conferencia de Mar Cortina,
psicóloga y presidenta de la Asociación
Española de Tanatología, que tuvo lugar en el Instituto de Historia de la
Medicina y de la Ciencia López Piñero de Valencia. La suya, ¿Qué es la vida?, ha sido la segunda del ciclo de
conferencias “La otra cara de la vida”. El escuchar a personas
dedicadas a que la muerte forme parte de la vida, en sociedades técnicamente
avanzadas, nos puede parecer fuera de lugar.
Hoy se vive para ganar
dinero, tiempo, belleza, cuota de mercado, posición social, etc., y la muerte
no forma parte de esos afanes. Sin embargo, todos, y todos
los días experimentamos la pérdida (muerte) de ilusiones, sin ir más lejos.
Los jóvenes nos dan lecciones
al respecto: si les preguntas sobre el recuerdo de una pérdida, responden con
coherencia “el chupete”.
Efectivamente, entre tantas sugerencias de vida
eternamente jóvenes, nos hemos olvidado de sentir. Algunos, por no sentir la pérdida del trabajo y el aspecto económico que conlleva, posponen la jubilación. Estamos ante una sociedad vacía de contenido: el continente ¡de lujo!, por el bisturí y el gimnasio.
El espíritu, que se llena de la belleza de un concierto, de un viaje en compañía, de unos fines de semana en familia, de una lectura compartida..., de trabajar anónimamente por los demás, de llenar el espíritu: ¡a eso se le tiene miedo!
Me gustaron las frases con
las que la conferenciante razonaba la manera hipócrita (utilizó ese
calificativo) de tratar los asuntos de los demás: “todo se arreglará” “no te
preocupes” “no es para tanto”… Muchos, escuchan esas frases
hechas que significan “no tengo ni tiempo, ni ganas de pensar y..., ¡mucho menos
de calzarme tus zapatos!”.
Yo misma he sentido esa "abandono emocional" de alguna persona que conocía de primera mano mi
situación laboral: en paro a los sesenta años, tras más de dos décadas en la
empresa, por una de esas decisiones en la que se constata lo sabido, que eres
un número para aquellos empresarios a quienes en mis clases de Administración
de Empresas nombraba por su epíteto “negociante”, puesto que cualquier generalización
es falsa e injusta.
A lo que iba, en esta difícil
situación en la que aún me encuentro (en paro), hay quien va diciendo que
estoy jubilada. “¡No es para tanto! ¿Para qué necesitas el dinero?”: me he
tenido que oír de personas con título académico adecuado para la ayuda.
Lecciones yo no puedo dar,
pero mis sentimientos sí que los puedo compartir: de ello habló, e hizo
hincapié Cortina. Por eso es tan importante que quienes eduquen o formen a
educadores incluyan en la teoría sus propias vivencias al respecto. De ahí que
cobre fuerza la idea que conlleva la sinergia en los equipos; por ejemplo:
El
material de un curso, cualquiera que fuere, independientemente de a quién se
dirija, no debiera completarse únicamente por personas teóricas porque no
pueden, por mucho que lo intenten, expresar los sentimientos de aquellos que lo
viven en primera persona.
Los
docentes hemos razonado entre nosotros que quienes hacen los Planes Educativos
no tocan aula. También cuando asistimos a cursos de formación, notamos si el
docente es un teórico de la materia.
¡Cuidado! La
imagen tiene su autor. Lo digo por si alguna persona quiere utilizarla. Aquello de la propiedad intelectual se lleva malamente, al menos, en nuestro país. En otra ocasión, contaré mis experiencias con "el aparato auditivo científicamente ajustado a las vocecitas".
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