Ése es uno
de los refranes españoles que puede aplicarse a cualquier persona en sus relaciones
personales y profesionales.
«Por más que uno se empeñe en dar la apariencia de algo que no se es, nunca se llegará a serlo realmente.»
La buena
noticia es que la persona puede «trabajar» la «autenticidad» que es un
magnífico antídoto de la «apariencia».
¿Qién es
adicto a la «apariencia»?, nos podemos preguntar. Algunos signos
son evidentes, por ejemplo:
Está la persona que no agradece lo que recibe de otros que, más bien, toma lo ajeno y lo hace propio y ya no es capaz de comportarse cordialmente con quienes continúan su camino sin tomar en cuenta su comportamiento desleal. Lo que no sabe es que su impulso la delata.
Luego están aquellos que hablan por no callar; entre éstos tenemos tanto a los «agoreros» como a los «simples». Entre los «simples» están aquellos que dicen ver las botellas medio llenas. Los «agoreros» opinan lo contrario: la botella está medio vacía. A estos se les ve enseguida.
Y es que el «optimismo»
es otro magnífico antídoto de la «apariencia» que la persona puede también «trabajar»; ello
conlleva: pensar (introspección); ser creativo (no copiar); ser auténtico
(moralidad)..., en fin, aprender a ser «optimistas».
Esto del
«optimismo» da mucho juego; y hoy calculo que he cubierto el número de líneas para quienes me siguen y están dispuestos a prestar atención.
Gracias.
Pero queda algo por leer, si quieren. Enlace
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