A finales de mayo, estuve con unos amigos visitando la Rioja. Uno de los días visitamos el monasterio de San Millán de la Cogolla; luego comimos en el monasterio donde se encuentra la imagen de la patrona Riojana, La Virgen de Valvanera.
De ahí me traje más de una historia que contar. Y en ello estaba cuando recibo un mensaje de uno de mis sobrinos que merece la pena compartir.
La cosa sucedió hace años, cuando un monje del Monasterio de Valvanera les contó a unos jóvenes visitantes la historia
de «el hombre del saco»; en una versión inventada por él. El sermón improvisado
del monje resultó ser vivamente atendido por aquellos peregrinos. Una de esas
jóvenes, se la cuenta ahora a sus hijos tal y como ella la recuerda.
―Chicos, yo soy el hombre del saco.
A esta Abadía vienen a verme y a hablar conmigo un montón de personas: unas me
hablan de sus hijos, otras de sus nietos, otras de su matrimonio,… Y yo, desde
que estoy aquí, rezo por todos ellos. Ahora, ya son tantos por los que he de rezar
que decidí hacerme un «saco» y en él voy metiendo a todas aquellas personas que
vienen a hablar conmigo; a ésas que, por uno u otro motivo, sé que necesitan
apoyo. Todos los días rezo por los del «saco»; especialmente por el del «saco»
que más lo necesite.
Desde ese momento, aquella joven
peregrina sabe que «vaya donde vaya, y haga lo que haga siempre habrá en ese
monasterio un monje que todos los días reza por ella, ahí en un rincón
escondido de una pequeña provincia del norte de España».
Seguro que ese «saco» se llena a
diario con las necesidades de las personas visitantes; puede que toquemos a una
milésima de segundo de oración, pero la oración de un hombre tan cerca de Dios,
tan entregado, debe ser muy intensa. Y pensar que siempre hay alguien que se
acuerda de uno es muy reconfortante. Te da mucha seguridad. Además, está el
orgullo de poder decir: «yo conozco al hombre del saco».
También esta joven se hizo su saco,
y mete en él a todos aquellos que hablan con ella; a todos aquellos que va
conociendo en uno u otro lugar, a los que sabe que necesitan apoyo. A todos
esos les dice: tú estás en mi saco. Y
aunque reconoce que sus oraciones no alcancen la intensidad del monje, piensa que
algún granito de arena aportará con sus rezos.
Tengo la suerte de contar con amistades que me consta rezan a diario por mis intenciones; y a la recíproca, también.
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