¿CÓMO POTENCIAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL DEL MENOR?
Ésta es una de las cuestiones que nos plantea la educación en un sistema organizativo donde prevalece el objetivo de ganar: ganar dinero, ganar fama, ganar trofeos… Y no es que el hecho de querer obtener beneficio sea un obstáculo para la educación. El problema transita en los atajos que tomemos y las metas que persigamos.
Se habla de un retorno a los valores. Y a mí me asalta una duda: ¿cómo se desanda un espacio de tiempos pasados?, ¿dónde ponemos el listón, la meta?, ¿qué ruta vamos a seguir?, ¿quiénes eran aquellos a emular ahora?, ¿cuáles eran las entonces virtudes que hoy queremos poner en valor?
Con esto quiero decir que nuestras expresiones habrán de actualizarse. No basta con un lavado de cara: valores, antes virtudes; comportamiento, ahora actitudes; capacidades, talento; etc. Y aunque en el asunto de la inteligencia hayamos avanzado hasta el punto de reconocer las implicaciones de nuestro cerebro en la percepción, almacenamiento, disposición, etc., de los datos que manejamos, no es menos cierto que los avances tecnológicos no nos aportan demasiada información sobre las emociones.
Y da la casualidad de que aquello a lo que deseamos volver, no sabemos muy bien dónde y cómo lo ‘almacenamos’. Es cierto que ‘en el país de los ciegos el tuerto es el rey’ y que los ciegos andan perdidos sin criterios emocionales donde agarrarse. Y aunque se pueda celebrar que queden tuertos en el camino, lo mejor ha de llegar de aquellos que opten por ponerse en situación de ver, mirar y actuar.
Somos conscientes de que la realidad es el espejismo de lo que deseamos que sea. Una plaza de toros sin toros ni toreros, es posible porque es una decisión política; y no porque ése sea el objeto de esa construcción, ni tal decisión contemple los sentimientos de los aficionados a las corridas de toros.
Y ahí está, a mi entender, el quid de la cuestión: la quimera. Educar en valores, la frase que no se sabe muy bien lo que encierra, implica a demasiados para que no sea más que un espejismo de una realidad en sí misma subjetiva. ¿Dónde fijaríamos la meta? ¿A quién pondríamos de ejemplo?
Hoy es ahora. El ahora donde queremos actuar con nuestro bagaje sobre otros que habrán de llenar sus mochilas para ser los protagonistas de su hoy.
Nos podríamos plantear como meta lograr que los pequeños sientan que cumplir años significa ganar la partida al pasotismo, a la vulgaridad, al egoísmo, a la desconfianza;… que nos vean tomar partido ecuánime, dejar de lado lo que insulta y degrada, compartir afecto, vivir con ilusiones y esperanza…
Por muchos avances que la ciencia nos procure de aquí a treinta años, cuando los jóvenes de hoy sean los protagonistas, se puede afirmar que a ser persona se aprende por imitación, por contagio directo.
¡A ver qué contagiamos!