La palabra humanizar tiene una connotación de cercanía, afabilidad, humildad.
El estudio realizado por la filóloga Mª Pilar Martínez Barca, Humanizar: La dignidad de ser hombre, para el Centro de Humanización de la Salud (1998) revela algunas características y concreciones del significado de humanizar e invita a utilizar la palabra con propiedad.
Se dice ahí que, la palabra humanizar ―derivada a su vez de la clásica humanar― alude tanto a la encarnación de Dios hecho hombre como a una mayor cercanía, afabilidad y ternura para con nuestros semejantes.
Los diccionarios actuales recogen sobre todo el significado de hacerse humano, familiar y afable; refiriendo los significados de sensibilidad, compasión por las desgracias de los semejantes, afabilidad, generosidad, nobleza, cortesía, elasticidad, cordialidad, consideración, magnanimidad, bondad, etc. Son sinónimos que van apareciendo en diferentes diccionarios referidos a la palabra humano. En reflexivo (humanizarse) se presenta con el significado de ablandarse, desenojarse, hacerse benigno.
En este sentido, cobra empuje la empatía: disposición de la persona en virtud de la cual consigue hacer un proceso cognitivo y afectivo que le permite comprender y transmitir comprensión de la experiencia específica de las desgracias y contratiempos ajenos, sin caer en la identificación emocional.
La ternura, como aceptación incondicional o consideración positiva, facilita una disposición a omitir interna y externamente los juicios de connotación moralizante: se cree en la persona y en su capacidad de ser autónomo y responsable (mientras no se demuestre lo contrario). Se presta así una particular atención al mundo de los significados y sentimientos que las cosas tienen para la persona afectada, y se impregna la relación de cordialidad y calor humano.
La autenticidad o congruencia, disposición interior que hace que la persona trabaje sobre sí mismo para manifestarse en la relación tal como es, sin esconderse detrás de una fachada que le despersonalice. La autenticidad requiere un trabajo intrapersonal e interpersonal para conocerse, aceptarse y ser dueño de la comunicación con los demás en sintonía con el fondo del propio ser.
Por último, y no menos importante está la escucha. A escuchar se aprende. Se aprende, a evitar las frases hechas, a personalizar, a evitar las generalizaciones en el diálogo, a acompañar para que la persona tome conciencia de sus posibilidades y recursos. A integrar el silencio. A manejar la mirada en el encuentro. A responder vehiculando la comprensión.
En las relaciones personales y laborales, se puede optar por seguir la ruta de las tres 'e': energía, entusiasmo y escucha.