En este pueblo se vive como en cualquier otro lugar de la geografía española: engalanado por sus paisajes, rico en gastronomía y único por sus paisanos.
Es el pueblo donde naciera mi padre, y para la familia tiene un encanto añadido.
Soy una convencida de que cada uno tiene en su mente el recuerdo de un pueblo, aunque sea el de algún pariente lejano, que le hace evocar el devenir de la vida.
En ese sentimiento se asientan los programas de televisión que ofrecen las imágenes de pueblos, villas, ciudades,... que avivan los recuerdos.
Desde luego, los pueblos y los recuerdos se unen según las vivencias que cada uno mantenga en activo.
Todo se construye. Los recuerdos, también.
Este año, como en anteriores, disfrutar de la familia es un objetivo común.
Los que volvemos cada año y nuestros parientes paisanos, formamos una pandilla de verano que deja al descubierto los lazos que unen.
Reír juntos es uno de los encantos de las fiestas familiares. También lo es el saber que los problemas se pueden contar sin que salgan de ahí.
El contacto con la familia extensa es un antídoto contra la desesperanza. Los lazos familiares son vitaminas para el alma.
Eso sí, hemos de contar con 'toda' la familia. No vale aquello de la tuya o la mía. No vale elegir este sí aquel otro no.
La riqueza del compartir se da entre lo diferente. Y se suma al compartir.
¡Tenemos una cita en Carballiño!